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©Gabriela Fiandesio
Anoche la encontré, su mano fría tomo la mía y me invito a seguirla.
Con alucinación y entrando casi en pánico, me aferré a ella y languidecí entre su piel de hielo para que me condujera a su reino.
En el viaje fue mostrándome quienes serían los que mas me extrañarían al haberme emprendido en esta odisea.
No quería mirar hacia abajo temía sentir el vértigo de las alturas.
Sin embargo siguiendo a su mano helada, baje la vista y allí estaban mi familiares, papá, mi querido y amado futuro esposo, su madre (mi suegra) mis cuñadas y cuñados mis sobrinos todos azorados y confundidos por la noticia de mi repentino viaje.
Más allá los amigos, vi también a mi perra que hurgaba entre las sábanas quizás aún sintiendo mi aroma.
Las sensaciones se multiplicaban, nostalgia de lo que ya no volvería a ver ni a tener, el coraje de no poder haberles avisado que partiría…
El dolor que les causaba este viaje tan repentino, sin embargo yo ya no tenía miedo.
El frío de sus manos ya no me parecía mas que un calor que desaturaba mi inconciencia.
Es solo el comienzo me dijo ella, mientras me jalaba con fuerzas hacia mucho más arriba.
No quería irme, sabía que en toda la vida vivida algo me faltaba, algo me había olvidado en el camino, no quería irme mi equipaje no estaba completo y decidí soltarme de aquella mano que me aferraba…
Poco a poco fui despertando, mi amor a mi lado y sobre mis pies la perra.
El viaje final no es tan difícil pense, pero por ahora solo quiero viajar, por asfaltadas calles y por la ruta obsena de su cuerpo.
Otro amanecer lo sorprendió en su escritorio, con el papel en blanco en frente, su única pasión la escritura de cuentos de suspenso había quedado en suspenso…
Lo que creía inagotable se había ya agotado, no sabía que escribir…
Se preguntó entonces si era hora de cambiar de género.
Su voz interior dijo que no, que fuera paciente, que la inspiración llegaría nuevamente antes que el pensara en ella.
Se sintió agotado y cayó preso del sueño en ese sillón de cuero negro apoyando sus dos brazos sobre el escritorio.
Como nunca su descanso fue plácido hasta que el sueño se hizo presente:
Lenguas de fuego se desprendían de la ciudad, como azoradas por gigantes dragones, las casas aledañas a la suya se convertían en polvo y el solo caminaba por allí sin siquiera sentir el calor.
La tierra se abría tras su paso y se tragaba literalmente todo lo que estaba a su alcance.
Al final de la calle se podía ver un túnel pero no más allá, corrió hacia el como buscando refugio, se adentro y cada vez que hacía un paso la tierra temblaba y la oscuridad se hacia mas y mas espesa.
Llego al punto en que no podía ver nada, solo sentía ruidos extraños, como arañazos dados a una pared.
Tanteo para encontrar las paredes de ese túnel pero sus manos tocaban la nada.
Se sentía extraño, su respiración era entrecortada, de pronto escuchó voces, más bien susurros provenientes de debajo de sus pies, se inclino y trató de hallar el suelo, mas la nada seguía también por debajo de sus zapatos.
No entendía como podía estar flotando en la nada, si hasta ese momento todo estaba quedando en ruinas.
Al fin se despertó y comenzó a escribir un cuento que no dice nada, pero el lo escribió todo.
Al fin y al cabo este escritor nunca fue bueno para contar cuentos.
Inspirado por escrito de Pedro Estrada
El Escritor
Desde mi ventana puedo ver
Los pliegues del cielo
Destellando
Descubro el día a día
Fijo la vista
En una nube
Una quimioterapia,
Una terapia radiante,
De un febo que asoma
Latigazos
De rayos ultravioletas
Una frecuencia modulada
Entre vitrinas de polvo
Y el alma que escapa
Por los poros
De este esqueleto inerte
Esta cama no me detiene
Las venas no aguantan
Tanta sangre que fluye
Y febo
Sigue girando
Como carrusel
Frente a mi ventana
El silencio
Una carie
En la espina de la noche
Ya no siento frío
Las cortinas
Alguien las ha cerrado.
La muerte ronda mi vida
La acecha como a su presa
La muerte me mira
Desde el final de las escaleras
Y yo la miro desde abajo
Con la desconfianza de siempre.
La muerte me busca y me encuentra
Pero no se acerca,
Se que esta conmigo todo el tiempo
Pero no tiene tiempo para llevarme.
La muerte vive en mi casa
La muerte a la que tanto temo,
La misma que se llevo a mi madre
Duerme a mis pies vigila mis pasos.
La muerte no me deja a solas
La llevo como una cruz
La muerte no tiene cara
Pero asusta cual fantasma.
Ayer me dejo un beso,
Se retiro a su cama,
Pero antes de irse dijo:
Vendré por ti mañana.
I
Recónditas palabras
en el sin fin de versos,
que han agotado el silencio,
que han desgastado la luminiscencia
de las estrellas aladas de esta siesta sin cielo.
II
Descolorido,
desvastadamente arruinado
el silencio ha vuelto
las cortinas de la noche se cierran
las ventanas a la madrugada se abren.
III
Amordazado,
desesperado,
amenazado,
furtivo,
el verso muere en tus ojos.
IV
Has
bebido
mi
vida
en
estas
letras.
Cuando la espera se hizo ansias, cuando el espejo me demuestra el rubor en mis mejillas, cuando un beso acobardado se entrelaza a mis labios y finge que el tiempo no se ha consumido.
Cuando ya creía que el no me había perdonado, cuando pensé que el tiempo había borrado mi sonrisa, cuando desesperada por encontrar su mano fui cayendo otra vez al pasado.
Cuando me quede pensando en su mirada, en sus ojos que fueron la luz de mis días, cuando me creí que todo era absurdo, lo mas absurdo fue habernos encontrado.
Cuando el destino quiso que te dejara, cuando la suave mano ya no me alcanzaba, cuando tu enojo fue el que penetro en mi alma, cuando deje de verte mi corazón dejo de sentirte.
Cuando te vi esa mañana sin que los años te hubieran marcado, cuando te vi otra vez después de una vida, note la misma mirada de cuando nos enamoramos.
Cuando creía ya que el pasado estaba enterrado los fantasmas vuelven, me rondan me acechan y yo sigo caminando hasta que el presente vuelva a ser pasado.